San Agustín pensaba que no podemos percibir la verdad inmutable de las cosas a menos que éstas estén iluminadas como por un sol. Esa luz divina, que ilumina la mente, procede de Dios, que es la "luz inteligible", en la cual, y por la cual, y a través de la cuál, se hacen luminosas todas aquellas cosas que son luminosas para el intelecto.
¿Cómo alcanzamos un conocimiento de verdades que son necesarias, inmutables y eternas?
- No podemos obtener un conocimiento así simplemente a partir de la experiencia sensible, puesto que los objetos corpóreos son contingentes, cambiantes y temporales.
- Tampoco podemos producir aquellas verdades como una proyección de nuestras mentes, puesto que éstas son también contingentes y mutables.
- Se sigue, pues, que lo que nos permite percibir tales verdades es la acción del único ser que es necesario, inmutable y eterno, Dios.
- Dios es como un sol que ilumina nuestras mentes, o como un maestro que nos enseña. La influencia reguladora de las ideas divinas (ILUMINACIÓN DIVINA) capacita al hombre, por ejemplo, para que vea la relación existente entre realidades universales y necesarias, de las cuales no hay visión directa en esta vida. La luz de Dios capacita la mente a discernir los elementos de necesidad, inmutabilidad y eternidad en la relación entre conceptos expresada en el juicio necesario.
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